Crisis, crisis, crisis… en los últimos años esta palabra está “contaminada” por el uso en los medios de comunicación, sector económico y en los discursos de nuestros políticos.
Pero nos resulte odiosa o no esa palabra, forma parte del vocabulario que en nuestro idioma necesitamos emplear para definir determinados estados experienciales como los expresados al inicio de estas líneas.
Ya nos han contado, creo que en japonés, que CRISIS es igual a PELIGRO y OPORTUNIDAD, pero cuando uno siente un gran bloqueo o una situación dañina o peligrosa lo único en lo que piensa es en cómo va a salir de ese estado y en principio no ve por ninguna parte la dichosa oportunidad nipona, ¿o era china?
Y es que precisamente nuestro instinto de supervivencia y de búsqueda del bienestar no encaja con el estado emocional asociado a las crisis. Y nuestro deseo primero es apartar como sea eso que nos está ocurriendo.
Así que entramos en crisis, y lo único que deseamos es que pase algo, lo que sea, para volver al estado en que estábamos antes de que se desatara esta situación.
Pero, la vida… la vida no; la VIDA, con mayúsculas, o mejor dicho, aquello con MAYÚSCULAS que da impulso a la VIDA, que está detrás de todo lo que ocurre, que gobierna el Movimiento y continuo fluir en nuestro Mundo y en el Universo.
Eso, a lo que podemos denominar ESPÍRITU, se antepone a cualquier necesidad o deseo personal que nos pretenda gobernar, en cuanto ha llegado el momento del CAMBIO, el momento de esa OPORTUNIDAD.
Y no hay nada que ayude mas en los momentos de crisis que no mirar atrás, ya sabemos lo que le paso a EDITH, la mujer de LOT, según el relato bíblico sobre la destrucción de Sodoma, no hizo caso del “mandato” de no mirar atrás y quedó convertida en estatua de sal.
El movimiento del Espíritu impulsa a no estancarse en el pasado, a no agarrarse a lo que ya sucedió ni cómo sucedió, a soltar, a revisar el armario y ver lo que ya no sirve, lo que ya no necesitamos y nos hemos empeñado en atesorar.
Las crisis nos hablan de la necesidad de disolver los aspectos de la Personalidad que nos lastran en la evolución, personal, individual y colectiva, como miembro que forma parte de la Humanidad.
Por ello, nos toca, aunque nos sintamos confusos, revisar las creencias acerca de lo que fuimos, de lo que era el mundo, de lo que era nuestra vida para conseguir empezar a caminar con un aire nuevo.
Para ello deberemos centrarnos primero (con ayuda terapéutica o no) en los aspectos más importantes e involucrados en lo que mas nos “duele” y “asusta” del proceso y que puede tener que ver con: pareja, hijos, padres, salud, amistad, trabajo, economía, futuro, supervivencia, rechazo social, perdida de juventud, dios, religión, muerte, etc, etc, etc.
Un proceso de revisión más o menos profundo, percibido con mas o menos PELIGRO y una mayor o menor implicación de nuestra estructura personal.
Y vamos desgranando ideas, expectativas, anhelos, duelos no resueltos, mirando cada uno de ellos, tomando y percibiendo la carga de evolución y dolor asociada. Y nos despedimos con amor de lo que hasta ahora creíamos acerca de todo ello, acerca en su evolución final, de las creencias acerca de la vida misma….
Y desde ese abrazo de Set que nos trajo la crisis, ese dios de la mitología egipcia, dios del desierto, de la tierra yerma, del caos, que mata a su hermano Osiris, el dios de la tierra fértil, podemos ser recompuestos de nuevo abrazando a Isis, nuestra propia alma, y dejándonos conducir por ella, culminar en la victoria a la crisis renacidos como Horus.
Al principio, como si de un niño se tratara, que comienza a dar sus primeros pasos, nos sentiremos tambaleando, inseguros al movernos de nuevo hacia la vida, sin saber a qué aferrarnos para guiarnos.
Casi como recién estrenados, al despedirnos de todo aquello a lo que nos aferrábamos y que ya solo servía para bloquearnos. Traje nuevo libre de baúles que pesan y condicionan, ahora nos movemos mas ligeros conforme vamos asentando nuestra nueva visión de nosotros mismos y de la vida.
Un camino desconocido se abre ante nosotros, y en cuanto somos capaces de dar esos primeros pasos y mirar un poco alrededor, comenzamos a vislumbrar las OPORTUNIDADES, sí aquellas en las que no creíamos ni por un instante cuando solo veíamos el PELIGRO en la situación.
Vamos asentando el caminar, ya no somos lo mismo, somos más fuertes y sabios. Y miramos la VIDA que se abre y despliega ante nosotros, como tierra fértil que sembrar y explorar de nuevo.