Contemplo fotos, en blanco y negro, de esas que guardaba mi madre en una caja que no sé bien por qué he heredado, con escenas de personas que ahora en su mayoría no están entre nosotros.
Mi mente “revoltosa” dice: “han dejado de existir” “están muertos” y “ese es el destino que te aguarda”… siento escalofríos.
Una reacción física a una idea que sugiere la desaparición de mi propia mente, mi cuerpo, mi personalidad y de la experiencia de mi misma, aquí y ahora tal y como me reconozco.
Es mi ego, mi ego individual. Este es el que siente
Miedo a la muerte, a la desaparición, miedo a la no existencia, a no ser.
Ese miedo está impreso en nuestro organismo, es la pura supervivencia, es un instinto, un apego a la vida, el “Abhnivesa”, una de las 5 “Kleshas” (causas del sufrimiento) planteadas por Patanjali en su Yoga-Sutras.
Son las aflicciones que perturban nuestra Conciencia, y ese miedo a dejar de existir es uno de los retos que en la experiencia humana nos plantea más dificultad.
Dificultad, incomprensión, depresión, vacío, rechazo, negación… ante la idea de la propia muerte y de la muerte de los otros, ante la desaparición, y también ante el salto a lo desconocido.
Y, a la vez, es una maravillosa herramienta que, como el Dolor, juega un papel fundamental en el desarrollo, experimentación y crecimiento del Alma del Ser Humano en esta etapa de su existencia.
Nuestro Espíritu en estos tiempos, se encuentra en una “profunda inmersión en la materia”.
Estamos sometidos a procesos universales, de causa-efecto (karma) que para nuestra mente concreta, nuestro pequeño ego, resultan inabarcables e inconcebibles.
Trascender el ego individual, no identificarnos con esas ideas de la mente “revoltosa”, es la tarea que todos tenemos por delante.
Aunque, si queréis darle argumentos a esa “loca de la casa”, como la llamaba la Santa Teresa de la ciudad amurallada, podéis planteadle lo siguiente:
“basarme solo en tus ideas, no puede servirme de mucho, ya que si observo la vida y la naturaleza, veo como todo en ella es un fluir cíclico de muerte y renacimiento”
“¿siente la hoja del árbol escalofríos al desprenderse de la rama?, ¿se estremece el capullo tras el vuelo de la mariposa?”
“¿necesita el árbol y la mariposa de los restos de aquello de lo que se han desprendido y dejado atrás?”
Hoja, capullo, cuerpo físico, son instrumentos de algo mas grande y esencial: el árbol, la mariposa, el Alma.
Absurdo es pretender que esta materia que compone nuestro cuerpo y que este pequeño ego (energético, emocional, mental) con el que ahora nos sentimos identificados no va a estar sujeto a las mismas leyes que conforman lo que nos rodea y sustenta.
Desprendernos del Apego a esta vida y abrirnos y entregarnos con absoluta confianza a la VIDA es el salto y proceso en el que estamos trabajando juntos los humanos.
La idea de separación que nos impone la mirada desde nuestra actitud egoica produce sufrimiento que, finalmente, por difícil y terrible que en muchas ocasiones se nos presenta, se revela como herramienta para ayudarnos a soltar ese apego.
El proceso de duelo, de la pérdida de uno mismo, de la propia personalidad, así como de la pérdida de nuestros seres queridos se nos presenta, desde la visión integradora y trascendente de nuestra Alma, como recurso y bálsamo sanador.
Desde la conexión con que todos formamos parte de algo Superior que regula y sustenta el ciclo de la Humanidad y que la Muerte, no es mas que un proceso evolutivo dentro de ese ciclo, mi pequeño ego y mi cuerpo calman los “escalofríos” y se dejan envolver en el abrazo cálido de la energía esencial que nos une y nutre.
“Tan pequeños en este inmenso Universo” e igualmente ordenados y acogidos en amorosa energía en los procesos de vida y muerte en los que en esta experiencia Álmica nos hemos aventurado.