La buena mirada de una madre es el motor que nos impulsa a la vida, sentirnos aceptados, acogidos y amados por ella nos abre las puertas a la buena relación con nosotros mismos y la buena relación con el Universo.
Las dificultades en la pareja, las discusiones, los desencuentros y finalmente las separaciones, en las que no hay respeto ni amor entre el hombre y la mujer, condicionan profundamente el “sentir” de los padres hacia los hijos.
Si la mujer no ha podido superar lo perdido o lo que cree que ha perdido al separarse de su pareja. Si siente rabia, dolor, rencor por los años invertidos junto a ese hombre, si siente que ha sido engañada, manipulada, empequeñecida, abusada o maltratada; de un modo consciente o no, puede trasladar esos sentimientos hacia los hijos frutos de esa unión rota.
El hijo de estos padres separados, en los que no hay respeto ni amor, casi siempre de un modo no consciente, va a sentir el rechazo que genera en su madre todo lo que viene de su padre.
Todo lo que viene de su padre, no es ni más ni menos que la mitad de esa persona, es la mitad de lo que el hijo es.
De su padre “viene” toda la energía, sabiduría y experiencia de su rama familiar, los abuelos, bisabuelos, ancestros.
Para la madre, la mitad del hijo refleja aquello de lo que quiere separarse e incluso en muchos casos, aquello que le gustaría que desapareciese, que dejase de existir o que nunca hubiera ocurrido.
Si el hijo preguntara al inconsciente de esa madre:
Mamá, ¿me quieres?…
La respuesta de ese inconsciente sería:
Solo quiero lo que viene de mí, solo la mitad de lo que eres hijo mío.
Solo amo de ti lo que viene de mi, de mi rama familiar, de mis padres, abuelos, bisabuelos y ancestros.
Solo amo de ti, aquello en lo que me reconozco.
Rechazo en ti, tu otra mitad. Rechazo en ti, lo que tienes de tu padre, de mis ex suegros y de sus familias.
En ti veo a tu padre y solo puedo experimentar ese rencor, rabia, decepción y deseos de que no exista.
Hijo, no puedo amarte completo, no puedo amarte entero, tal y como eres.
Le separa emocionalmente de la madre ya que, al igual que el padre, se siente rechazado. En muchos casos le hace sentir enojo hacia ella, con la que comienza un doloroso juego de acercarse y alejarse en la necesidad de sentir su amor y a la vez saber que ese amor es perjudicial porque le aleja de su padre y de la mitad de sí mismo.
Cuando en las Sesiones Individuales de Constelaciones Familiares observamos esa dinámica en la relación de la madre con su expareja y con el hijo fruto de ambos, casi siempre, suele darse una resistencia de la madre a aceptar ese rechazo y lo que nos está mostrando la constelación.
Las madres creemos que queremos a nuestros hijos por encima de todo, o así nos han contado que debería ser, ¿no es cierto? La idea de que estemos actuando de un modo incongruente con esa creencia acerca del amor maternal y de que se ponga en entredicho nuestro “sentir” nos hace “rebelarnos” de inmediato.
La madre se defiende con argumentos que, tras la evolución del proceso en la Sesión terapéutica, van cayendo y diluyéndose en una comprensión profunda y reveladora acerca de lo que una parte de ella misma ya conocía sobre la relación con su hijo pero que, hasta este momento en la sesión, se sentía incapaz de verbalizar y asimilar.
A partir de ese reconocimiento, se abre una luz de esperanza, un nuevo camino hacia la reconciliación y sanación de la relación.